De princesas, príncipes y brujas... ("Uno entre mil", para los jueves de relato.)
"Déjame sueltas las manos y el corazón, ¡déjame libre!. Deja que mis dedos corran por los caminos de tu cuerpo..." P. Neruda. Alguna dejó la puerta abierta, y yo me vi desnudo, desamparado en la soledad del frio que entraba por las ventanas. Grité por ayuda y al no escuchar respuesta, salí por los pasillos, como Adán por los jardines del paraíso. Caminé entre las camas de bronce, blancas y vacías, salpicadas por el oxido del tiempo. Las ventanas de los pasillos hacían danzar los visillos de gaza, como intentando rozar mi cuerpo, hasta que se volvieron largas convirtiéndose en los dedos del viento, rozando una y otra vez mi sexo. La soledad, se hacía fría y silenciosa y la piel se encendía como la de los pollos cuando han sido desplumados. Las enfermeras no estaban, los enfermos no estaban, los ruidos se habían escondido detrás de los blancos muros desencajados con el tiempo. Entonces escuche a mi boca repetir una y otra vez el mismo verso... - ... y viv